quinta-feira, 12 de março de 2009

Boletín 9 Décima Bienal de La Habana

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Sonrisas impregnadas de sana malicia. Miradas cómplices. Una carcajada, ¿por qué no? La ineludible reflexión. Sucede así frente a la obra de Reinerio Tamayo Fonseca (Niquero, 1968) e, incluso, al dialogar con el artista. La clave reside en la eficaz implementación del humor, así como de la cita –rara vez exenta de jocosidad– del estilo o fragmentos de obras de íconos del arte universal: Leonardo Da Vinci, Diego Velázquez, Francisco de Goya, Vincent Van Gogh, los bodegonistas del Barroco español, Pablo Picasso, Salvador Dalí y el Ukiyo-e (más conocido por estampa japonesa). No es palpable la impronta formal de creadores del ámbito nacional; sin embargo, en el orden conceptual, es fuerte la presencia del espíritu contestatario o, como dijera él, de la actitud de las artes plásticas de los 80, período en el cual se desarrolló parte de su formación artística.
Tamayo reconoce dicha herencia, al igual que la del humorismo gráfico: de su práctica provienen la inmediatez e ingeniosidad que le imprime a sus creaciones, al igual que la constante provocación al público. Varios son los premios obtenidos con sus historietas humorísticas en certámenes nacionales y foráneos. Entonces, ¿estamos en presencia de un pintor o de un humorista? “De un pintor que disfruta el trabajo en el caballete”, contesta. Su larga trayectoria pictórica da fe de esta pasión. Ello no significa en medida alguna el desprecio de otras manifestaciones. Según su manera de ver la creación artística, o más bien cómo se da esta en él, primero surge la idea, la cual le demanda ejecutarla por medio de la pintura, el grabado –técnica para la cual tiene varios proyectos que no ha podido llevar a efecto por falta de tiempo– o la escultura.

Si se revisan los listados de obras de sus exposiciones, se puede constatar una presencia cada vez mayor de la obra tridimensional. Ya en la enseñanza elemental algunos de sus profesores se percataron de sus dotes para la escultura. En ese entonces se inicia en el mundo de la cerámica, cuya realización le provoca gran placer. En la pasada Bienal de La Habana el público pudo ver obras suyas que desafiaban el espacio: “ Taxitiburón” –de emplazamiento infeliz en la Cabaña, al verse privada del contacto con su referente: las calles de la Habana Vieja – y uno de los “refrigeradores” que conformaron la muestra colateral Manual de instrucciones, en el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Escultura Monumentaria (CENCREM).

Tamayo es un viejo conocido de las citas habaneras . Participó en El mundo es cruel (Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, Centro de Arte 23 y 12 y Galería Juan David; Cuarta Bienal); La familia del huracán (Galería La Casona , Quinta Bienal); El gran juego (Centro de Arte 23 y 12, Séptima Bienal), junto a Rubén Alpízar; y el proyecto especial Maneras de inventarse una sonrisa (Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, Octava Bienal).

En la Décima Bienal se presentará con la escultura El buque petrolero , realizada con el artista matancero Eulises Niebla Pérez (Matanzas, 1963). No es el primer trabajo que realizan juntos; ya hicieron algunas variaciones de la obra La lámpara maravillosa , durante la exposición personal de Reinerio Tamayo Magma mia!!! (mayo-junio de 2008) , en la Galería Villa Manuela, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

Eulises Niebla, tras egresar del Instituto Superior de Arte y cursar estudios en la beca Delfina Studio Trust (Londres), ha ejecutado una vastísima obra. El multipremiado escultor es otro conocido del máximo certamen organizado por el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam. En 1994 (Cuarta Bienal) participó en la muestra Escultura cubana . Con todo, su presencia en el circuito expositivo capitalino no ha sido sistemática, tal vez a causa de su permanencia en Matanzas. En dicho territorio, especialmente en Varadero, se han emplazado muchas de sus obras.

Común a todas es la impecable factura que da el ejercicio diario del oficio. Al ver sus primeros trabajos, es perceptible un tránsito desde el constructivismo hacia el mínimal. Se opera entonces una reducción de los volúmenes geométricos en su aspecto formal, y el espacio deviene protagonista. Ello se acrecienta cuando se trata de la escultura ambiental, donde, con gran economía de recursos, logra un sabio diálogo obra-entorno. Los materiales por él privilegiados son el metal, el mármol y el cristal, ya sean solos o combinados. Ha dominado con éxito el traicionero y difícil trabajo con el cemento directo; “Columna”, una de las piezas que engalanó la Avenida del Puerto de La Habana durante el Forum Internacional de Escultura Ambiental (La Habana; 18 al 28 de abril de 2000), es una prueba fehaciente de ello: ajustó la idea primigenia –concebida en metal– a los preceptos técnicos del hormigón. Al decir de la Dra. María de los Ángeles Pereira en las palabras del catálogo de dicho evento, “Columna” es una obra “esbelta y grácil, sin rebuscamientos formales, pero, asimismo, plena y rica en su proyección espacial”.

Sus composiciones se caracterizan por la armoniosa relación entre las partes, abordada con cierto hedonismo. Son en su mayoría no figurativas. Ello pudiera deberse a la naturaleza de sus temas: las inquietudes del ser y su historia, a partir de una conceptualización filosófica. Recurre a la cita intertextual como estrategia de inclusión en los espacios legitimados, a la vez que le sirve para cuestionar, desde la periferia, lo dictaminado como válido en los centros de poder. Pero a Niebla también le preocupa lo que le rodea, tanto en un contexto inmediato –Cuba– como en otro que se pudiera pensar más apartado: el resto del mundo.

Con “El buque petrolero”, tanto él como Tamayo pretenden reflexionar sobre algunos aspectos de la globalización, conscientes de que una obra no puede contener por sí sola un fenómeno tan complejo. Sin embargo, el “buque” deviene multisemántico. Se puede leer como símbolo de la distribución de energía en el planeta, de la lucha de poderes entre las grandes potencias, de la manera en que las transnacionales devoran a los países tercermundistas, de la civilización moderna, de los desastres ecológicos. El preciado combustible ha sido la causa de crecientes conflictos bélicos, y el precio del barril rige la economía mundial. Los autores no pretenden dramatizar sobre un mundo en crisis. Cuidado: tampoco es un panfleto; en el intento, más que en el apunte sociológico, se erige la metáfora.

Todo el proceso creativo ha sido documentado, desde la concepción del proyecto en 3D hasta los últimos pasos. La escultura fue concebida para un espacio cerrado –de hecho, se exhibirá en el Pabellón C de La Cabaña–; se pensó para un ambiente en penumbras, con el fin de provocar en el espectador cierta claustrofobia, reforzada por las grandes dimensiones del “buque”. Debido a ello la pieza fue ejecutada por partes en el taller de Niebla, y se ensamblará in situ . Pero los autores no quieren una réplica exacta del “buque”; le han dado la forma ondulada de una serpiente. Otra metáfora. El “buque”, cual voraz reptil, engulle cuanto se interpone ante sus ansias de poder, de dominar el mundo.

“El buque petrolero” tendrá de ambos creadores. De Reinerio, el afán por explorar cualquier tema de la vida que nos afecte como seres humanos; de Eulises, el abordaje mínimal, la línea curva y dinámica, el acabado perfecto. Será entonces la oportunidad de ver juntos a dos grandes de nuestras artes plásticas.

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